jueves, 30 de diciembre de 2004

Pollitos de colores

Hoy estaba yo después de comer y le pregunté a mi madre que qué quería para los Reyes, así a lo tonto y sin venir a cuento, y se rió. Entonces se me vinieron a la mente los pollitos de colores, esos que vendían en los gitanos de Puerto Real, o en el Piojito de Cádiz o en cualquier mercado de pueblo, esos pollitos tan graciosos que estaban junto a los pescaítos de colores, que también eran muy bonitos, pero no tanto, no tanto. Pues eso, los pollitos, ay los pollitos, que píaban sin cesar diciendo, por ejemplo, el de color lila al amarillo de toda la vida: "Oye, pollito amarillo, que peazo frío; y yo aquí, de lila, en pelotas, qué vergüenza, de lila, fíjate, que es más hortera que el carajo. De lila, quillo, y luego el que me compre a ver qué hace conmigo, que me voy a jartar de alpiste de mierda, que sabe a culo de oca, con lo bueno que está el jamón". Todo el mundo conoce lo mal hablado que son los pollitos, y más los de colores. Así que lanzo al mundo una llamada de socorro por los pollitos de colores, que les pongan colores más bonitos, como verde fosforito o a rayas blancas y rojas, porque los pollitos de colores tienen dignidad, y mucho orgullo. Y aliméntenlos bien, coño, que pasan hambre. Así sea.

No hay comentarios: